jueves, 30 de marzo de 2017

EL CRISTO DE LAS TRES CAIDAS Y LA ESPERANZA DE TRIANA CUATRO SIGLOS JUNTOS



Cuatro siglos navegando juntos Llevan cuatro siglos navegando juntos.

Imagen de principios del siglo XX con los pasos de la Esperanza de Triana en la antigua cárcel del Pópulo
Antigua cárcel de Pópulo

 La del Cristo de las Tres Caídas y la Esperanza de Triana es la historia de un encuentro, de una fusión que cumple este año su cuarto centenario y que tuvo por testigo el río

Esperanza-Triana-Cárcel-Pópulo
Fue a la orilla del río, donde llegaban los barcos que traían a los marineros que venían de las Indias. De donde el arrabal tomaba el barro para su principal industria. Y donde la Esperanza de Triana tuvo una de sus primeras capillas.
 Fue en la calle Betis que antes todos conocían por “la orilla del río”. Allí había un convento, el del Espíritu Santo – en el actual solar del colegio Cristo Rey-, donde llegó en 1616 el Cristo de las Tres Caídas para fusionarse con la cofradía de la Esperanza.


 El Señor venía de la Cava de los Gitanos, del Convento de las Mínimas. Allí se había fundando ocho años antes a instancias del clérigo y vecino del barrio Francisco de Lara. Cosa extraña ver una hermandad de hombres alojada en un convento femenino que, además, tenía un alto sentido de la austeridad y muy estrictas normas. Quizás por eso al poco tiempo se planeara una fusión.
La Esperanza de Triana por Sierpes entre los años 1923 y 1928
 La Esperanza de Triana por Sierpes entre los años 1923 y 1928


Una fusión a la que no hay que buscarles romanticismos, aunque el tiempo ha querido que los tenga. Una fusión que se produjo por un mandato expreso del provisor del arzobispado. Para ello, la hermandad del Señor tuvo que dejar en las Mínimas a la Virgen de los Dolores – actual Virgen de la Salud – , dolorosa con la que venía haciendo estación de penitencia a Santa Ana.

 Con todo ello, y tras la fusión, el Cristo de las Tres Caídas hizo su entrada en el Hospital del Espíritu Santo. Allí el Señor siempre tendría más aspiraciones de ver aumentada su devoción que en el convento de clausura en el que estaba. Y es que, aunque hoy nos parezca bien ubicado, en pleno Pagés del Corro, en aquella época se le consideraba encontrarse “fuera de la vecindad de Triana”.

 En su nuevo destino, el Cristo de las Tres Caídas compartió altar con la Esperanza hasta que en 1676 consiguió tener capilla propia, incl uso, de mayor tamaño que la que acogía a la dolorosa


A partir de ese momento, ambas imágenes comenzaron a navegar – y a peregrinar juntos – pues la historia de ambos es como la del barco que encalla, como la del galeón que naufraga. De todas las penurias posibles, ambos resistieron infinidad de ellas. Traslados, inundaciones, abandonos…

 Con la mente puesta en la construcción de una capilla propia en la calle Larga (actual Pureza), ambos fueron protagonistas de una peregrinación que los llevó a Santa Ana, al Convento de los Remedios, a la capilla de la Encarnación y, de nuevo, al Espíritu Santo durante todo el siglo XVIII y principios del XIX.
Cuando en 1815 inauguran, por fin, su propia capilla, medio siglo después, en 1853, son expulsados de la misma. Ocurrió cuando la Junta Revolucionaria de 1868, que mandó a Isabel II al exilio, desamortizó muchos de los bienes de la Iglesia para sanear sus cuentas.


De ahí partieron al coro de San Jacinto, en el más absoluto abandono y olvido. Fueron los años en los que hermanos del Cachorro se apropiaron de la Virgen de la Esperanza y la procesionaron detrás del Cristo de la Expiración en suplantación de la Virgen del Patrocino entre 1878 y 1889.



 Ambos han padecido y han visto como sus fieles morían a manos de la peste o la fiebre amarilla; han sido testigos de cómo las “arriás” ahogaban las calles de su barrio y de su propio templo. El incendio que en San Jacinto afectó a la dolorosa, los lugares en los que se ocultaron para que no los encontraran en los convulsos años 30.
 Cuatrocientos años dan para mucho… también para dar gracias porque aunque este viaje ha sido tormentoso también ha estado plagado de buenas noticias. Probablemente, la mejor es que cuatro siglos después el Cristo de las Tres Caídas y la Virgen de la Esperanza constituyen dos de los más importantes puntales devocionales en los que se asienta la ciudad.

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